En los últimos años se ha ido extendiendo la idea de que las bolsas están totalmente controladas por los bancos centrales. Hay una tendencia a explicar los movimientos del mercado en función de las expectativas sobre las decisiones de los bancos centrales llegándose al extremo de considerar que el actual ciclo alcista ha sido artificialmente inducido por la expansión cuantitativa de sus balances. El corolario de esta línea de argumento sería que el final de los programas de compra de bonos implicará a su vez el fin del ciclo alcista bursátil.
Si comparamos la evolución del S&P 500 con el tamaño del balance de la FED (en % s/PIB) esta tesis parece tener indicios de verosimilitud. Antes de 2009 no había relación alguna entre ambas magnitudes pero a partir de ese año se observa una aparente correlación. La fase más intensa del ciclo alcista coincidió con el QE más fuerte, y desde que éste finalizó a finales de 2014 la bolsa americana entró en una fase lateral (recientemente el movimiento de la bolsa parece estar desligándose del balance de la Fed aunque todavía es pronto para estar seguros). Este argumento, sin embargo, no se sostiene en el caso de Europa donde la evolución de ambas magnitudes ha seguido caminos opuestos en períodos muy señalados. En particular, la fuerte subida de las bolsas europeas de 2012 a 2014 se produjo en gran medida con un balance del BCE en contracción, mientras que la fase correctiva de 2015-16 se ha producido mientras el BCE expandía fuertemente su balance con el programa de compra de bonos vigente en la actualidad.
La conclusión que podemos sacar es que, si bien es cierto que rentabilidades de los bonos bajas favorecen un aumento de las valoraciones de la Bolsa, el factor fundamental que impulsa un ciclo alcista es el crecimiento de los beneficios. La diferente evolución de los beneficios empresariales, y no las políticas de sus bancos centrales, explica la peor evolución relativa de la bolsa europea frente a la americana.
M&G Valores
La Carta de la Bolsa