John D. Rockefeller Jr. nació el 29 de enero de 1874 en Cleveland, Ohio, y fue el quinto y último descendiente del matrimonio formado por John D. Rockefeller (1839-1937) y Laura Celestia Spelman (1839-1915). Al compartir el mismo nombre que su progenitor fue conocido durante toda su vida como Junior y al tratarse del único hijo varón del matrimonio se depositaron en él todas las esperanzas para la futura gestión de la fortuna acumulada por su padre.
Durante su infancia se relacionó poco fuera del ámbito familiar, y sus padres le inculcaron desde muy pequeño los austeros valores de la iglesia baptista que profesaban. Una de las costumbres paternas que inculcó a sus hijos fue el mantenimiento de una estricta contabilidad de sus actividades personales. Por practicar con el violín, por ejemplo, Junior recibía de su padre 5 centavos a la hora, o por cada mosca que mataba, 2 centavos.
Una vez cumplidos los dieciséis años Junior se matriculó en la Cutler School de Nueva York, ciudad a la que se había mudado la familia unos años antes. Junior era un buen estudiante, pero muy perfeccionista, por lo que no se permitía un solo momento de buen humor y relajación. Esta presión pudo con él y pasó un año entero recluido en Forest Hill, su residencia natal de Ohio, para recuperarse. Tras ese paréntesis, pudo retomar los estudios con éxito, y posteriormente pasó dos años más en la Browning School. En 1893 inició su formación superior en la Universidad de Brown (Providence, Rhode Island), donde pudo relacionarse con otros jóvenes de su edad, jugar al rugby o asistir a bailes, actividades que antes le habían estado vedadas, aunque manteniéndose fiel a las creencias familiares absteniéndose del consumo de alcohol y tabaco.
Tras terminar sus estudios, su padre le otorgó puestos de responsabilidad y de la noche a la mañana pasó a ser directivo de diecisiete de las compañías financieras e industriales más grandes del país. El respeto y admiración que profesaba a su padre, y su menor afición por los negocios, hacían que Junior dudara de su idoneidad para ese tipo de cargos. A pesar de ello comenzó a trabajar como jefe contable de la sede central y, tras familiarizarse con la rutina administrativa, empezó a realizar largos viajes en tren junto con el reverendo Frederick Gates, principal asesor de su padre e inductor de la obra filantrópica de la familia, para visitar las propiedades repartidas por todo el país. Pronto le destinaron la primera gran suma de dinero para realizar inversiones y participó en la fase negociadora de la exitosa venta de las minas de piritas de Mesabi (Minnesota) a la U.S. Steel de J.P. Morgan. La actividad religiosa ocupaba también una parte importante de su vida, ejerciendo como director y docente de los cursillos de Biblia en la Iglesia baptista.
En aquella misma época conoció a Abby Greene Aldrich, hija de Nelson Aldrich, senador por Rhode Island, con la que se casó en octubre de 1901. El matrimonio tuvo seis hijos: Abby (1903), Babs, la única niña; John D. (1906), Nelson (1908), Laurance (1910), Winthrop (1912) y David (1915).
Junior, al contrario que su padre, mostró desde un principio un especial interés por participar directamente en la actividad filantrópica de la familia. Estas operaciones de los Rockefeller habían alcanzado una magnitud equiparable a las del ámbito empresarial, y desde su perspectiva era incompatible mantenerse simultáneamente a cargo de ambas. Junior consideraba las actividades filantrópicas como un medio para restablecer la imagen y el honor del apellido Rockefeller, que había sido dañado por las campañas difamatorias en contra de la Standard Oil. Desde su punto de vista, su permanencia activa y visible al frente de los negocios podía afectar negativamente a la credibilidad de sus acciones caritativas y filantrópicas. Por ello, tomó la decisión de dimitir de la vicepresidencia de la Standard Oil y de la U.S. Steel en 1910, no tardando en hacer lo mismo con sus cargos en los restantes consejos de administración en los que participaba.
Paradójicamente, una de las situaciones más complicadas a la que tuvo que hacer frente durante su vida tuvo que ver con su faceta empresarial. La Colorado Fuel and Iron, de la que poseía el 40%, era una empresa minera que estaba sumida en un conflicto sindical por los bajos salarios y la elevada tasa de accidentes. John D. Rockefeller Jr. no se implicó inicialmente en el asunto delegando su resolución en los directivos de la misma, quienes trataron de resolverla mediante la represión violenta. Como consecuencia de ello, se produjo un enfrentamiento armado en un campamento montado por los huelguistas en Ludlow (Colorado), y una docena de mujeres y niños murieron asfixiados al tratar de refugiarse en una zanja del fuego desencadenado durante la lucha.
La noticia conmocionó al país, y Junior tuvo que intervenir para defender el honor de la familia y de su padre, constantemente atacadas en la prensa. Contrató a Ivy Lee, un experto en las relaciones públicas, que publicó boletines donde mostraba la razonabilidad de las decisiones de la empresa, y describiendo a Junior como un simple accionista de la compañía, sin poder ejecutivo. Una vez recuperada parte de su credibilidad pública, incorporó como asesor a Mackenzie King, un político canadiense experto en relaciones laborales, quien le recomendó el restablecimiento de una comunicación cordial entre la dirección y los trabajadores. Para ello, el propio Junior se desplazó a Ludlow e incluso bajó a algunas galerías mineras como muestra de acercamiento de posturas llegando, finalmente, a un acuerdo con los trabajadores. La resolución satisfactoria del asunto de Ludlow hizo que la opinión de Junior sobre asuntos laborales adquiriera tal prestigio que en 1919 fue invitado por el presidente Wilson a participar en un simposio sobre la colaboración industrial en representación de la opinión pública, y no de la patronal. La intervención de los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial fue también una oportunidad para mejorar la reputación del apellido Rockefeller, ya que Junior puso especial empeño en movilizar a las instituciones filantrópicas del país para participar en los socorros de guerra.
También fue Junior quien tuvo que hacer frente al desmembramiento de la Standard Oil, la empresa representativa de los Rockefeller, en 34 firmas menores en aplicación de la legislación antitrust por parte del gobierno estadounidense. A pesar de ello, la familia Rockefeller bien directamente o a través de sus fundaciones, continuó manteniendo una presencia importante entre los accionistas de las nuevas Standard Oil, antecesoras de las posteriores Exxon, Mobil o Chevron.
Aunque contaba ya con más de cuarenta años y asumía grandes responsabilidades, John D. Rockefeller Jr. carecía todavía de una verdadera independencia económica pues su padre, quien no fallecería hasta 1937, controlaba gran parte del patrimonio familiar. El incremento de la tributación de las grandes fortunas a partir de 1916 hizo que John D. Senior comenzara a transferirle su patrimonio. Para 1921 Junior había recibido un total de 500 millones de dólares, reservándose su padre veinte para su uso personal. Aun así, en la práctica, era incapaz de ejercer un control efectivo sobre esta fortuna debido a la omnipresente influencia de su longevo progenitor a quien consultaba muchas de sus decisiones. De cualquier modo, cara al público, figuraba a la cabeza de una agrupación de instituciones económicas, filantrópicas y culturales sin parangón en el país y con importantes ramificaciones en el ámbito internacional.
Como nuevo cabeza de la familia Rockefeller Junior procedió a la transformación física y organizativa de la sede de Nueva York, convirtiéndola en lo que a partir de entonces sería conocida como La Oficina. En este centro, Junior, con ayuda de sus asociados, llevaría a cabo de forma coordinada la dirección de todas las operaciones empresariales y filantrópicas, creando para ello una estructura burocrática. Los asociados, que pertenecían al círculo íntimo de Junior, le asesoraban en la toma de decisiones, realizando la mayor parte del trabajo en su nombre. Él, por su parte, siguió ocupándose de proyectos filantrópicos más tradicionales como el arte, la beneficencia religiosa y la conservación de la naturaleza mientras que delegaba en sus asociados los proyectos más innovadores. Entre las iniciativas iniciadas y desarrolladas en esta época destacan por su relevancia la creación del museo MOMA (Museum of Modern Art), idea atribuida a su esposa Abby, gran aficionada al arte moderno; la preservación del Parque Nacional de Yellowstone, el más antiguo del mundo; y la construcción del Rockefeller Center en Manhattan, que se convertiría en uno de los principales negocios de la familia.
John D. Rockefeller, Senior, había sentido siempre cierta aversión hacia el sector financiero, pero en los años veinte era una actividad en crecimiento, por lo que Junior, apoyado por varios asesores de la familia, consiguió convencerle para adquirir una participación mayoritaria en el Banco Equitable Trust Company, que bajo el control de los Rockefeller experimentó un gran crecimiento. Este banco, en el contexto de la crisis financiera de 1929, adquirió catorce entidades más pequeñas, convirtiéndose en uno de los bancos nacionales más fuertes. Más tarde, en 1930 presentaron una oferta de fusión con el Chase National Bank, maniobra que lo convirtió en el mayor banco mundial.
En 1934 Junior decidió legar la mayor parte de su fortuna a sus hijos mediante la constitución de unos fondos en custodia de 40 millones de dólares para cada uno de ellos, compuestos en su mayor parte por acciones de la Standard Oil. Esta decisión, ya prevista, se vio precipitada por la legislación fiscal aprobada durante el New Deal que penalizaba fiscalmente las sucesiones y que obligaba a los propietarios de más del 10% de las acciones de las corporaciones a declarar sus bienes. Durante esos años, una vez terminados sus estudios, sus hijos comenzaron a integrarse también en la estructura de las actividades empresariales y filantrópicas de la familia, constituyendo su propia fundación, la Rockefeller Brothers Fund, en 1940.
Tras la guerra, la participación de éstos fue incrementándose, a la vez que colocaban personas de su confianza en los puestos principales de la Oficina. En la década de los cincuenta Junior seguía manteniendo un patrimonio bursátil de 200 millones de dólares y visitaba la sede de Nueva York siempre que se encontraba en la ciudad. Tras el fallecimiento de su esposa en 1948, volvió a contraer matrimonio en 1951 con Martha Baird Allen, una mujer de 56 años, exconcertista de piano y viuda de un antiguo amigo de la universidad.
Durante los últimos años de su vida, casi completamente retirado, pasaba la mayor parte del año en la extensa finca familiar de Pocantico, Nueva York, desplazándose a Arizona en invierno y a la residencia veraniega de la familia de Seal Harbor, Maine, en el período estival. Siendo ya un hombre de edad avanzada su salud fue deteriorándose paulatinamente, falleciendo finalmente el 11 de mayo de 1960 a la edad de 86 años.
Igor Goñi Mendizabal e Igor Etxabe Iruretagoiena
(Universidad del País Vasco) de la Asociación Española de Historia Económica.
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