Cuando nos ofrecen productos de ahorro e inversión lo primero que miramos siempre es la rentabilidad, el factor más importante que nos va a hacer decantarnos por aquel producto que nos genere más ganancias. Sin embargo, no debemos ignorar otras variables como son el riesgo de la inversión, o las comisiones, para saber escoger productos aparentemente homogéneos.
Desde Mutuactivos, el área de gestión de inversiones de Mutua Madrileña, aconsejan que sigamos estas 6 pautas básicas antes de invertir:
TIPOS DE RENTABILIDAD: En primer lugar hay que distinguir entre rentabilidad bruta, que no tiene en cuenta gastos ni comisiones, y rentabilidad neta, ya depurada de dichos gastos. La entidad tiene obligación de especificar los gastos o comisiones en el contrato del producto. Otro factor muy importante es aprender a distinguir entre rentabilidades: TAE o TIN. La rentabilidad TAE (Tasa Anual Equivalente) es la rentabilidad que obtendríamos si mantuviéramos el producto 1 año exactamente. Quizá estemos contratando un depósito a 3 meses que anuncia una rentabilidad TAE del 3% pero lo que tenemos que saber que la rentabilidad real neta que obtendremos será inferior. La rentabilidad TIN (Tipo de Interés Nominal), que suele expresarse en términos anuales, es el tipo de interés que se aplica realmente durante un periodo determinado. Es, en definitiva, la rentabilidad real.
PLAZOS DE INVERSIÓN: Hay productos que exigen un plazo de permanencia determinada como los depósitos, los pagarés, los bonos o las letras del tesoro. En ciertos casos, estos activos podrían llegar a venderse pero hay que tener en cuenta dos factores: el primero es que se venderán en el mercado según la cotización del día, que puede ser al alza o a la baja y en el que influye en gran medida la oferta-demanda que haya sobre ese producto. En segundo lugar, hay que conocer las comisiones o penalizaciones por vender el producto antes del plazo establecido. En muchas ocasiones, se trata de comisiones muy elevadas, que pueden llegar a comerse toda la rentabilidad obtenida hasta entonces e incluso rebasarla, con lo cual el cliente incurriría en pérdidas.
LIQUIDEZ: Los productos que tienen liquidez diaria ofrecen muchas ventajas al inversor, ya que son claramente más fáciles de vender y ofrecen una disponibilidad total al cliente que en cualquier momento necesite rescatar parte o todo el capital. Algunos productos que no tienen liquidez diaria porque exigen un plazo determinado de inversión pueden, en ocasiones, ofrecer las llamadas ventanas de liquidez, es decir, establecen unas fechas fijas para que el inversor pueda retirar, bien los intereses, bien capital más intereses.
INVERSIÓN MÍNIMA INICIAL E INVERSIÓN A MANTENER: Hay productos que exigen una cantidad mínima para poder invertir. Además de la cantidad inicial es también importante analizar si hay que mantener dicha cantidad, e incluso incrementarla, para poder seguir obteniendo la rentabilidad que nos ofrecieron al inicio.
VINCULACIÓN A OTROS PRODUCTOS CON LA ENTIDAD CON LA QUE SE CONTRATA: La inversión en ciertos productos puede exigir al cliente que, además de la contratación del producto concreto, esté obligado a tener la nómina y otros recibos domiciliados o también a invertir en otros productos diferentes que pueden no resultarle tan apropiados. La vinculación a otros productos puede costarle muy caro al cliente y es fundamental asegurarse de ello antes de invertir
COMISIONES: Los gastos pueden tener distintas denominaciones (comisión de gestión, de éxito, de suscripción o reembolso, de mantenimiento, de administración, gastos sobre la provisión matemática…). Es fundamental obtener toda la información referente a todos los gastos o comisiones que pueda tener el producto tanto en la práctica normal como en situaciones particulares. Por eso es tan importante conocer la rentabilidad real neta que obtendremos al invertir en un producto, porque ya habremos descontado dichos gastos.
Como vemos, cada producto tiene infinidad de connotaciones que pueden condicionarnos absolutamente en la elección final de nuestra inversión. En ocasiones, lo que aparentemente podía en un principio parecer muy rentable, a medida que vamos analizando los gastos, el plazo obligatorio de permanencia, la liquidez, la rentabilidad nominal real y/o los gastos extraordinarios se convierte en un producto que claramente no cumple con nuestras expectativas.