En medio de una de las peores rachas del mercado de la historia, un coro de comentaristas económicos insiste en que los fundamentos globales son sólidos y que los inversores están reaccionando de forma exagerada, comportándose como una manada que entre en pánico. Pero no esté tan seguro.
Considere los errores que han cometido los economistas en sus predicciones sobre los efectos de la debacle financiera de 2008. En abril de 2010, el Fondo Monetario Internacional declaró que la crisis había terminado y proyectó un crecimiento global anualizado del 4,6 por ciento en 2015. En abril de 2015, la previsión se había reducido al 3,4 por ciento. Cuando salgan los datos finales, la realidad mostrará que probablemente será del 3 por ciento o menos.
«Los economistas utilizan modelos lineales, en los que los cambios siguen un camino relativamente gradual y predecible», dice Ashoka Mody en Bloomberg. «Sin embargo, gracias en parte a las conmociones políticas y económicas de los últimos años, vivimos en un mundo para nada lineal. El físico danés Per Bak explicó que después de un largo periodo de tranquilidad, se producen terremotos en rápida sucesión. Una ruptura de la línea de falla envía ondas de choque que debilitan otras líneas de falla, extendiendo las vulnerabilidades.
La crisis subprime de 2007 violó la línea de falla inicial. Dañó a los bancos estadounidenses y europeos que habían cometido excesos. Los estadounidenses respondieron y controlaron los daños. Las autoridades de la zona euro no lo hicieron, lo que les hizo más susceptibles al terremoto que afectó a Grecia a finales de 2009. Aunque las autoridades europeas construyeron refuerzos temporales ante la crisis bancaria y de deuda soberana, no construyeron nada para protegerse de nuevos terremotos.
Ahora miremos a China. En 2009, los chinos bombearon crédito equivalente al 30 por ciento del producto interior bruto, impulsando la demanda de productos y equipos a nivel mundial. Los alemanes se beneficiaron en particular de la demanda de automóviles, máquinas herramientas, y alta velocidad. Esto activó las cadenas de suministro en toda Europa.
Pero China se está convirtiendo más en una fuente de riesgo que de soporte. El número que hay que vigilar no es el PIB de China, que no refleja realmente la economía. Las importaciones del país se han derrumbado. Esto es preocupante, ya que es el epicentro del comercio mundial. Las ondas de choque procedentes de China pueden impactar en todas las líneas de falla mundiales, por lo que es una potente fuente de turbulencias financieras.
Sólo China puede arreglar sus excesos. Sus vasta sobrecapacidad industrial y los desarrollos inmobiliarios fantasmales deben solucionarse. A medida que esto suceda, gran parte del sistema financiero será derribado. Las pérdidas resultantes tendrán que ser distribuidas a través de un proceso político feroz. Incluso si la estructura de gobierno del país puede adaptarse, el cambio requerido podría causar que la desaceleración de China persista durante años.
Más allá de China, Europa sigue siendo la línea de falla más preocupante. Los bancos italianos cargan con una gran cantidad de préstamos incobrables. Como en gran parte de la zona del euro, las autoridades esperaban que los problemas de la banca desaparecieran. Ahora, sin embargo, el gobierno tendrá que asumir parte de las pérdidas, lo que debilitará las ya frágiles finanzas públicas de Italia. Una deuda del 134 por ciento del PIB, es apenas sostenible. Peor aún, la economía está estancada: el PIB per cápita es menor hoy que en 1999, cuando Italia adoptó el euro. Un país que no crece no puede pagar sus deudas.
Grecia y sus acreedores están comprometidos en una guerra sin fin de desgaste. Los acreedores – Alemania en particular – siguen pesando que Grecia tiene que implementar más austeridad fiscal. Si Grecia finalmente sale de la zona del euro, podría romperse toda la unión monetaria.
Al igual que en China, el problema fundamental de Europa es una estructura política y de gobernanza obsoleta. La gestión de tantas naciones en un sistema semi-jerárquico bajo la hegemonía alemana no funciona. La crisis de refugiados puede ser el golpe imprevisto que ponga final a la eurozona.
Una de las razones por la que los terremotos han persistido durante tanto tiempo, y están causando tanto daño, es que el principal impulsor del nivel de vida – el crecimiento de la productividad – ha sido muy débil. A su vez, las dificultades económicas persistentes están pesando en gran medida sobre la población más vulnerable, fomentando la ira y forzando el cambio político a veces perjudicial.
Los mercados financieros pueden equivocarse. Pero son mejores que los economistas detectando los momentos críticos en los que se producen cambios fundamentales. Política, economía y finanzas están amenazando con mover las placas tectónicas. Este es un mal momento para mirar hacia otro lado.»
Fuentes: Ashoka Mody (BBG)
Carlos Montero
La Carta de la Bolsa