El Banco Central Europeo (BCE) anunció este pasado jueves que va a seguir comprando deuda pública de los gobiernos europeos hasta marzo de 2017. Nos encontramos, pues, ante una nueva inyección de liquidez a nuestras entidades financieras cuyo propósito genérico es que vuelva a “fluir el crédito” hacia familias y empresas. La lógica de la operación es relativamente simple: en la actualidad, los bancos privados no quieren asumir riesgos prestando a familias y empresas, lo cual ralentiza la recuperación económica; al contrario, a lo que se dedican cómodamente nuestras entidades financieras es al deporte de bajo riesgo de invertir en deuda pública.
Así, lo que pretenden los burócratas del BCE es vaciar el mercado de esa deuda pública para que los bancos privados se vean “empujados” a aceptar más riesgos prestando a familias y empresas. En suma: las autoridades comunitarias están castigando deliberadamente a aquellas entidades financieras que son demasiado prudentes y que no quieren a sumarse a una orgía de crédito prestando a deudores potencialmente insolventes.
¿Les suena? En efecto, se trata de políticas prácticamente idénticas a las que nos condujeron a la burbuja inmobiliaria y por las cuales se acusó al sistema bancario de avaricioso, especulativo, imprudente y cortoplacista. Pero justamente cuando los bancos creen haber aprendido la lección y se resisten a prestar sin ton ni son a familias y empresas, el regulador les exige que depongan su prudente cicaterismo y que abracen de nuevo el burbujístico crédito ultrabarato.
No: éste no es el camino. Un banco no debería practicar el paracaidismo porque lo empujemos en contra de su voluntad desde un avión —o porque le prometamos que puede saltar del avión sin precaución alguna dado que le pagaremos la red entre todos los contribuyentes—, sino porque ha tomado las cautelas pertinentes y porque acepta conscientemente los riesgos que ello implica. Asimismo, la banca europea no debería incrementar alocadamente sus préstamos al sector privado porque la presione o la incentive a ello el sector público sino porque juzgue que ya es prudente volver a hacerlo.
De momento, sin embargo, no parece que ése sea el caso: las familias y las empresas europeas siguen estando demasiado endeudadas y la economía sigue siendo demasiado poco flexible como para que aparezcan oportunidades rentables. Por eso los bancos privados se resisten a prestar. Esos son los problemas de fondo que deberían solventarse antes de que vuelva a fluir el crédito: darle más droga al toxicómano, como hace el BCE, jamás fue una buena idea.
Autor: Juan Ramón Rallo
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