Corría el año 2000, nos encontrábamos en plena burbuja tecnológica, y recuerdo que todo era felicidad y optimismo. Las rentabilidades de las bolsas durante la década anterior habían sido sencillamente espectaculares. Por aquel entonces, yo ya llevaba varios años operando en el mercado de valores, aunque mis sistemas estaban totalmente basados en el análisis fundamental. Nunca había oído hablar del análisis técnico ni del trading, y aún pasarían unos cuantos años antes de que me iniciase en ese otro universo.
En aquel tiempo estaban de moda las empresas de internet. Todo el mundo hablaba de ellas, tanto los traders más experimentados como los que nunca habían operado en bolsa hasta ese momento.
Yo, la verdad, pasé de puntillas por todo ese boom tecnológico. Tengo que confesar, con un poco de nostalgia, que nunca compré una empresa puntocom. Mis inversiones de aquel entonces incluían valores más clásicos, tales como Unión Fenosa, Telefónica, Bankinter, Dragados o Azkoyen. Eso hizo que me perdiera parte de la fiebre alcista de finales de los años 1990, pero también me sirvió para librarme de lo peor del estallido de la burbuja tecnológica.
Pero bueno, a lo que iba. Recuerdo que un día quedé con una amiga (licenciada en psicología) en una cafetería. Se trataba de un local muy agradable en el que solíamos quedar de cuando en cuando. Tenía todo el mobiliario de madera, lo que lo hacía mucho más acogedor que cualquiera de esos bares anónimos en los que tienes que instalarte en sillas y mesas de plástico. Por cierto, hace poco pasé por su puerta y vi que ahora su lugar lo ocupa una moderna heladería, así que no tiene mucho sentido que trate de indicaros dónde estaba ubicado. Ya sólo es una imagen en mi mente.
Tras pedir los cafés, comenzamos a comentar las novedades que se habían producido desde nuestro último encuentro. Y hablando de todo un poco, en un momento dado me dijo ilusionada que había comprado acciones de Terra. Se trataba de una empresa de internet, muy famosa en aquella época, que había lanzado un año antes una OPV a 11,8 euros por acción. Su confesión me dejó muy sorprendido, ya que nunca había comprado una acción en su vida y su conocimiento de la bolsa era bastante somero. Sin embargo, la primera incursión en el mercado de valores había resultado ser esta empresa tan especulativa.
Quise conocer el precio de entrada y me comentó que había comprado 200 títulos a unos 100 euros por acción. Eso me sorprendió aún más, aunque hice todo lo posible para que no notase que casi me había atragantado con el café. No había entrado a los 11 euros de la OPV y, en cambio, se había decidido a comprar al ver que el precio llegaba a los 100 euros. La buena noticia era que Terra, al ser la empresa puntocom de moda, había continuado subiendo sin pausa hasta alcanzar un máximo en torno a los 157 euros.
Dejándome llevar por la curiosidad, le pregunté si había vendido sus Terras tras esa fulminante subida, pero me contestó negativamente. Lamentablemente, mi amiga no se había salido en el máximo, con un 50% de beneficios, y en el momento de nuestro encuentro en aquella cafetería aún conservaba las acciones en cartera. Para su desgracia, en las últimas sesiones el valor había regresado al nivel de los 20 euros. Aunque yo no seguía la evolución de las empresas de internet, era casi imposible no estar al tanto de la cotización diaria de Terra, ya que salía continuamente publicada en todos los medios.
Así que sus pérdidas en ese momento rozaban el 80% del capital invertido, es decir, los 16.000 euros de la época. Empecé a echar cuentas y fui consciente de que eso era el sueldo de todo un año de trabajo. Por supuesto, me guardé mucho de hacer ese comentario en voz alta, ya que supuse que era conocedora del detalle y que lo último que necesitaba era que otro listillo se lo mencionase cuando ya no tenía ningún remedio.
En cambio, sí quise saber por qué no había vendido al ver que caía desde 150 hasta 100, su precio de entrada. Su respuesta, previsible, fue que en ese momento realmente esperaba que se recuperase el valor. ¿Y por qué no vendes ahora, a 20 euros?, le dije. Me contestó que, con pérdidas del 80%, ya tenía poco más que perder y mucho que ganar, sobre todo si el valor volvía a repuntar y a dirigirse hacia los 100 euros. Lo que quedaba claro es que todavía tenía esperanzas de volver a ver Terra a 100 euros y que no tenía definida ninguna estrategia de salida del valor.
Su estrategia de entrada tampoco me pareció estar basada en ningún argumento consistente. Le pregunté por qué se había decidido a comprar Terra en vez de alguna acción más conservadora, tales como las que tenía yo en cartera. Me contestó que ella simplemente entró porque el valor había subido con rapidez desde 11 hasta 100 euros, y esperaba que siguiera subiendo a ese ritmo en el futuro.
Me pareció increíble que alguien tuviese la audacia de comprar algo que había subido un 800% en tan pocos meses, esperando que la revalorización continuase a ese ritmo en el futuro (sí, en aquella época todavía era un poco ingenuo). También es verdad que, si mi amiga se hubiese conformado con un beneficio razonable, incluso podría haber vendido sus acciones con más de un 50% de ganancias. Pero en el año 2000 era complicado pedirle sensatez a alguien que había caído presa de la fiebre de Terra.
Después de eso, los temas de conversación giraron hacia otros asuntos no relacionados con la bolsa y volví a sentir que me encontraba en una cafetería. De hecho, nunca más volvimos a hablar sobre Terra en ninguna de nuestras charlas posteriores. Con el tiempo, fui perdiendo el contacto con esta amiga y ahora hace ya muchos años que no nos vemos.
Pero lo más probable es que no vendiera sus acciones de Terra ya que, por supuesto, nunca regresaron al nivel de los 100 euros. Seguramente acabaría acogiéndose a la Oferta Pública de Exclusión lanzada por Telefónica a 5,25 euros por acción. Si realmente fue así, entonces sus 20.000 euros iniciales acabaron transformándose en poco más de 1.000 euros en el momento de la exclusión…
En su defensa diré que no fue la única a la que le ocurrió algo parecido. Mucha gente perdió mucho dinero con Terra. Con el tiempo fueron saliendo a la luz casos más dramáticos que el de mi amiga. Por ejemplo, recuerdo que, en un programa de radio, una señora ya jubilada comentó que había hipotecado su casa por 200.000 euros para invertir todo ese capital en Terra. No sé exactamente a qué precio había entrado, pero creo recordar que también fue en torno a los 100 euros. Y en el momento de su llamada a la radio las pérdidas ya superaban el 80%, esto es, los 160.000 euros.
Por supuesto, esta señora no sólo había malgastado ese dinero, sino que también había visto desvanecerse su estilo de vida para la jubilación pues, a partir de ese momento, tendría que dedicar parte de su pensión a pagar la nueva hipoteca de su vivienda. ¿Qué es lo que habría pasado por su mente el día que decidió invertir en Terra? Como se decía entonces, era la locura de la inversión…
Es curioso lo que hacemos a veces las personas. Nunca entendí cómo una chica como mi amiga, que nunca se había acercado al mundo de la bolsa, de repente un día decide que se va a lanzar al mercado. Y no lo hace comprando un Blue Chip del Ibex, sino que va a por la empresa de internet más especulativa del momento, Terra, y decide invertir en ella 20.000 euros. Y, lo peor de todo, es que lo hace después de haber visto cómo esa acción sube desde los 11 euros de salida hasta los 100 euros en unos pocos meses.
Aún hoy sigo sin entenderlo del todo, a pesar de que ya estoy un poco más familiarizado con los procesos de euforia y miedo de las masas.
De hecho, aunque ahora tengo ya mucha experiencia en los mercados financieros, siempre estoy atento para no caer presa de ninguna fiebre especulativa de este tipo. Desgraciadamente, la de Terra no fue la última: posteriormente hemos sufrido muchas más. Y, por supuesto, no sólo afecta a inexpertos: desde entonces, también he visto a traders muy experimentados caer en ellas.
Lo único que lamento de este episodio es que mi amiga no me comentase, antes de comprar, que tenía intenciones de adquirir Terra. Así, al menos, podría haberla avisado de los peligros que encerraba la burbuja puntocom y de lo importante que era tener un plan de acción antes de entrar. Aunque, por supuesto, la decisión final de comprar (o no) habría sido suya porque, como ya sabemos, una burbuja dura más tiempo del que estimamos razonable y, por tanto, siempre es posible ganar dinero con ella (mientras no seas el último en subirte al tren, obviamente).
De hecho, seguro que en un universo paralelo mi amiga, a pesar de mis consejos advirtiéndola de los riesgos puntocom, fue capaz de vender sus Terras con un 50% de beneficios…
Fin
Fuente: Tambolsa