Para aquellos que han decidido, bajo su propia responsabilidad, empezar una cartera de inversión es importante decidir qué proporción de renta fija y renta variable tendrá.
Para ello es importante conocer en profundidad qué nos puede aportar cada una de las rentas y saber que ninguna es mejor que la otra, sino que depende de cada persona. Por eso, antes que nada tenemos que saber qué tipo de inversor somos.
¿Qué inversor soy?
Para definir el tipo de inversor tenemos que saber cuánto estamos dispuestos a arriesgar de nuestra cartera para conseguir una cierta rentabilidad. Estamos hablando del riesgo que estamos asumiendo para poder conseguir más beneficios, pues son dos variables que siempre van juntas. Si queremos obtener mayores rentabilidades quiere decir que tendremos más riesgo, es decir, que también hay más probabilidades de tener pérdidas potenciales. De la misma manera, si queremos menos riesgo, tendremos que conformarnos con menores rentabilidades.
Por eso, para montar una cartera es importante tener claro qué queremos, tener un perfil inversor bien definido y que sea coherente.
En el espectro de los inversores, en los extremos encontraremos en una parte el conservador y en la otra el agresivo. El inversor conservador o defensivo es aquel que quiere asumir muy pocos riesgos y se conforma con rentabilidades moderadas, mientras que el agresivo es aquel que está dispuesto a tener gran riesgo con el objetivo de poder alcanzar rendimientos más elevados.
Renta Fija
La renta fija está compuesta por instrumentos financieros de deuda emitidos por instituciones públicas (Estado, comunidades…) y privadas (bonos corporativos, pagarés…). Se caracterizan por tener unos intereses asociados y una fecha de vencimiento.
Por tanto, aquella persona que compra un título de renta fija sabe que cada cierto tiempo recibirá unos intereses y que a vencimiento se le devolverá el capital. Por eso se le llama renta fija, porque antes de comprar el activo ya sabemos qué cantidades recibiremos y cuándo.
Tenemos que matizar que hay una gran variedad de activos de este tipo que funcionan de manera distinta, por eso, antes de comprar cualquiera de ellos conviene informarse debidamente de sus características.
Vemos que el hecho de comprar renta fija el día de la emisión y esperar hasta la fecha de vencimiento tiene pocos riesgos siempre y cuando el emisor pague adecuadamente. El principal riesgo que tiene es el de impago por parte de la institución emisora. Por eso, al comprar renta fija tenemos que analizar el posible peligro de impago o no. Una manera de medir las probabilidad de impago o ‘default’ es fijándonos en la calificación que le otorgan a un instrumento de deuda las agencias de rating.
Por ejemplo, no es lo mismo comprar deuda griega que deuda alemana. El riesgo de quiebra es mucho mayor en el primero que en el segundo, por eso los inversores exigen mayores intereses a la deuda de Grecia. De la misma forma, una empresa con buenos resultados y buenas expectativas, ofrecerá unos bonos con menor riesgo y por tanto menor interés.
Otro factor que hay que tener en cuenta es el tiempo. Cuanto mayor sea la fecha de vencimiento, más incertidumbre hay y por tanto mayor riesgo. Generalmente, cuanto más alejado en el tiempo esté un vencimiento, más rentabilidad deberá ofrecer el emisor a sus acreedores.
Renta Variable
En la mayoría de los casos la renta variable suele referirse a las acciones de las empresas. Podemos acudir a la bolsa y comprar acciones que cotizan. En este caso las ganancias o pérdidas pueden darse por la entrega de dividendos o por la compraventa en el mercado de las acciones. Se puede caer en el error de creer que son renta fija porque entregan dividendos cada año, pero hay que tener en cuenta que la empresa puede decidir en cualquier momento reducir su importe o dejar de repartir dividendos..
La renta variable lleva consigo un mayor riesgo que la renta fija. No tenemos asegurado ningún pago periódico, ni tan siquiera la devolución de nuestra inversión. El precio va variando cada día debido a muchos factores externos a la propia acción: políticos, sociales, macroeconómicos… Y a factores internos: ganancias/pérdidas, operaciones de inversión, cantidad de deuda… Ante esta gran incertidumbre que nos encontramos, estamos incurriendo en mayores riesgos, pero también hay que tener en cuenta que podemos obtener mayores rentabilidades (así como mayores pérdidas).
Otro factor que hay que tener en cuenta es la liquidez, es decir, la facilidad que tendremos en encontrar un comprador en el mercado. Si una acción tiene poca liquidez quiere decir que si queremos vender tendremos que aceptar un precio menor que si tuviera mayor liquidez. Ésta va a la par con el riesgo: mayor liquidez, menor riesgo y viceversa.
En conclusión, la renta variable está dirigida para inversores que son capaces de afrontar mayores riesgos con el objetivo de poder recoger mayores ganancias, por eso es más recomendable para inversores agresivos.
Quizá este cuadro te haga más comprensible las diferencias entre ambas:
Fuente: Self Bank