Los profesionales avariciosos no se conforman con ser jefes, quieren ser ‘superjefes’. Algunos padecen de gula laboral por su adicción al trabajo, justo lo contrario que suelen hacer sin decoro los perezosos.
Entre un compañero de trabajo envidioso y otro perezoso, ¿con cuál te quedas? No es ningún delito caer en ambas tentaciones, pero el problema se plantea cuando te toca lidiar cada día con cualquiera de ellos en el entorno laboral. Porque si la envidia puede ser especialmente nociva, tanto para la víctima como para quien la práctica, la pereza supone inactividad y un pasotismo que puede llegar a arrastrarte, incluso si perteneces a ese selecto grupo de los que les gusta su trabajo.
Jorge Palacios, profesor de EOI, reconoce que «los pecados capitales son consecuencia de dos elementos necesarios para nuestro propio desarrollo: el deseo y la comparación». En su opinión, la clave para evitar reacciones adversas está en «desarrollar habilidades que favorezcan la confianza y frenen posibles hostilidades; trabajar nuestra empatía para comprender lo que se siente y por qué se siente». También Pilar Jericó, presidenta de Be-Up, apuesta por este autoconocimiento como el mejor canal para gestionar las emociones: «¿Cuándo, cómo y por qué surge la envidia y la soberbia? ¿Me ayudan o me destruyen?La única habilidad sostenible es conocernos y aprender a gestionar nuestras emociones que, a priori, no son ni buenas ni malas, si comprendemos lo que nos dicen y actuamos para conseguir nuestro equilibrio».
Sin embargo, se trata tanto de autogestión como de supervivencia emocional. Germán Nicolás, director general de consultoría para el Sur de Europa de Hay Group, enumera tres factores para que la convivencia laboral no tenga fisuras: «La adaptabilidad, el auto control emocional, siendo capaz de dominar nuestros impulsos y ser eficaces en las condiciones más adversas; y, por último, el optimismo, que a pesar de los obstáculos nos permite mantenernos en línea y ver el lado positivo».
Conocer cómo se reflejan los siete pecados capitales en el ámbito laboral, es clave para que aprendas a gestionarlos y no caigas de manera irremediable en sus redes.
Lujuria Acoso o despecho son algunas de sus nocivas consecuencias. Conviene que estés alerta de un pecado que hace tiempo que no tiene género. Gestionar de forma adecuada esta pasión no sólo es clave, sino que garantiza tu supervivencia y prestigio profesional.
Pereza Es la mayor de las tentanciones. Los perezosos fingen hacer algo cuando en realidad hace tiempo que no están implicados. Álvaro Merino, socio de la consultora de formación 359.es, asegura que la pereza es una actitud victimista. «Es como si todo lo que ocurre a tu alrededor te fuera ajeno, es la resignación ante lo que nos rodea». Nicolás añade que «todos los pecados implican cierta dosis de energía y acción, menos éste. Si se detecta a un individuo de estas características habría que prescindir de él, porque es muy fácil que su actitud arrastre al resto de sus compañeros y desestabilice la productividad del equipo».
Gula Su adicción al trabajo les convierte en profesionales que ya nadie admira. Son los workalcoholics, detestables como compañeros y como jefes. La pasión por su actividad lesiona su faceta profesional y familiar. Para ellos disfrutar del ocio es secundario porque el trabajo es lo único que les llena, una adicción que mina el ánimo de quienes les rodean.
Ira El grito y la intimidación definen su carácter y son temidos por ello. En algunas situaciones es muy sencillo pecar de ira. Para evitarlo, Jericó recomienda «tomar distancia de las emociones, conocerlas y reflexionarlas como la mejor vía para el autocontrol». Pero coincide con el resto en que «bien canalizada, es una fuente inmensa de creatividad».
Envidia No hacen méritos pero se obsesionan por alcanzar lo que otros han logrado. Palacios asegura que es el pecado capital de este país: «Manifestaciones producidas por esta como celos ante promociones, ideas distintas y demás, pueden producir hasta situaciones de acoso o mobbing, todo para buscar el despido inminente de la persona». Merino distingue entre este tipo de envidia, que pervierte las organizaciones, y la envidia sana, «que despierta admiración y que anima a trabajar tomando a la persona envidiada como referencia para marcarse alcanzar un desafío».
Avaricia Siempre insatisfecho no se conforma con ser jefe, quiere ser superjefe. A menudo no ceja en su empeño pasando por encima de todo y de todos con su ira, envidia y soberbia. Este tipo de avaricia es la «cara B» de la ambición sana que alimenta el desarrollo profesional.
Soberbia Su cargo les hace poderosos y se aprovechan de ello para lograr sus objetivos. Sin ese poder no son nada, y su soberbia no es más que un reflejo de su propia inseguridad y debilidad como profesionales.