En la bolsa puedes terminar con una pequeña fortuna… Partiendo de una gran fortuna. En tres entregas intentaremos evitar que eso ocurra.
En cierta ocasión me dijo un viejo amigo, tras haber perdido mucho en bolsa, una sentencia que nunca he olvidado: ten siempre presente que en la bolsa puedes terminar con una pequeña fortuna, partiendo de una gran fortuna.
De entrada sé la inutilidad de este texto. Procuraré hacerlo ameno, porque no aplicará nada de lo que en él se diga. Pasado el tiempo, tal vez lo recuerde y sólo le sirva para mortificarse pensando por qué no le haría caso.
Vamos a comenzar leyendo en Internet y escuchando en radio todos los consultorios de bolsa. Observará que las preguntas al experto de turno se dividen en dos grupos: los que quieren comprar (una minoría) y los que están en pérdidas y no saben qué hacer (una mayoría).
Los que quieren comprar ya de entrada se definen como inversores a largo o a corto, sin tener claro cuánto tiempo es corto, medio o largo plazo. Para su información le diré que, en gestión de cartera, el corto plazo va desde unos meses a un año; el medio plazo, periodo normal de desarrollo de un proyecto empresarial, será entre 2- 3 hasta 5 años; el largo plazo, corresponde a inversiones entre 5 y 10 años.
La estupidez del que dice ir a largo se pone en evidencia cuando pregunta por soportes y resistencias de un valor del que no sabe a qué se dedica, si gana o pierde dinero, si está endeudado hasta las cejas, o si al precio actual está barato, bien valorado, o caro.
Esta persona, seguro que cuando va a comprar un coche, mira distintos catálogos, compara precios y prestaciones. Los hay que se pasan, como un conocido que me preguntó qué par motor tenía mi coche. Y como no me importa pasar por ignorante ante un pedante, le dije muy serio: mi coche no tiene eso, ya viene con bastantes extras. Bien, pues esa misma persona no se molesta en entrar en la página de Internet de la empresa en la que quiere meter su dinero y convertirse en accionista o copropietario de la misma. Quiere comprar porque un buen día se entera que está subiendo mucho en bolsa y quiere participar del festín, sin parase a mirar si ya se han comido hasta los postres y están en el café las y copas.
Comprar acciones a cualquier plazo sin conocer la salud de la empresa es una temeridad. Supongamos que un pequeño empresario le invita a meter dinero en su negocio. Le preguntará cuánto facturas, o como mínimo, cuánto ganas al año. Imaginemos que la respuesta es: no, no gano dinero, llevo tres años perdiendo, pero… bla, bla, bla. La respuesta normal, será: Mira tío, cuando ganes dinero, me avisas.
Los de corto rabioso son los más divertidos. Oiga maestro, ¿a qué precio cotizará Repsol dentro de tres meses? La respuesta debería ser; vamos a ver, ¿usted es tonto, o simplemente es tonto? Si no sé a cuánto cotizará mañana, cómo voy a saber el precio dentro de tres meses. E incluso se podría apostillar: si yo supiese los precios, no de tres meses, sino de la próxima semana, a buena hora iba a estar trabajando por cuenta ajena. Es posible que ninguno de estos se pare a meditar que está haciendo una pregunta sin respuesta. Pues no señor. La semana pasada, una señora en la radio: ¿cómo ve comprar Santander para dos o tres días? Santa paciencia del analista que no le dijo lo que no está escrito.
Es cierto que a los inversores a corto rabioso les tiene sin cuidado los dividendos y los proyecto futuros de la empresa, aunque deberían saber si está al borde o no de entrar en concurso de acreedores. El problema insoluble al que se enfrentan es no tener clara una política de inversión. Compran, cuando todos compran y venden cuando todos venden, como si compradores o vendedores supiesen porqué lo hacen.
En casi todas las consultas, de los que invierten a corto rabioso ponen en evidencia que están perdiendo. Han comprado cuando han visto tres días seguidos de subidas y preguntan por soportes. Ya vamos mal. Están intentando haber acertado y le dan al retroceso un margen de confianza, a ver si para donde dice el analista o bien, ejecutan la recomendación de vender en cuanto pierda el soporte. Ahí pongo un stop. Como si pone un jamón; se lo comen. Si todos pretenden vender ligeramente, o un 3% por debajo del soporte, lo harán si en ese nivel alguien pone dinero. Si no hay contrapartida, saltará el stop y seguirá bajando. Al final venderá con pérdidas. Consejo para arruinarse poco a poco: repita esta operación varias veces al mes: compre cuándo lleve unos días subiendo, y venda con pérdidas. Ya verá como poco a poco su saldo se va reduciendo.
En la próxima entrega: una detallada explicación de cómo arruinarse rápidamente, con la valiosa ayuda de los derivados. Y habrá una tercera, de conclusiones, a las que nadie hará caso, para hacer bueno el dicho: me encanta invertir en bolsa y perder. ¿Y ganar? Ganar debe ser la repera.
J.A. Fernández-Hódar