“La vida es demasiado corta como para que la hagamos mezquina”. Esta afirmación, atribuida al aristócrata inglés Benjamin Disraeli (1766-1848), se ha cargado de sentido con el paso del tiempo debido al estilo de vida moderno, con sus ritmos frenéticos y sus sofocantes arquetipos sociales. La agonía, el estrés, la ansiedad, el pesimismo o la desazón son elementos cada vez más característicos de la sociedad. Para evitar caer en la negatividad y ser más felices en la vida, la famosa coaching Paula Davis-Laack ofrece un decálogo de actitudes para superar los sentimientos que más perjudican nuestro bienestar mental:
La culpabilidad. El miedo al fracaso o, peor aún, la autoculpabilidad por los errores cometidos no hace más que acobardarnos y paralizarnos. A la hora de fijarse metas en la vida, Davis-Laack recomienda en primer lugar que seamos conscientes de nuestras posibilidades y limitaciones para no ser demasiado exigentes con nosotros mismos. Lo mejor es ir marcándose pequeñas metas para no desanimarnos a la primera de cambio y logar más fácilmente alcanzar nuestros objetivos vitales.
La negatividad. La actual situación socioeconómica, la creciente competitividad en todos los ámbitos de la vida, sobre todo en el laboral, y el pesimismo generalizado de nuestro entorno facilitan el contagio de la negatividad y el desánimo. Ante este negativo contexto, la coaching inglesa explica que se deben sacar fuerzas para seguir luchando y no perder el humor. Científicamente se ha demostrado que las emociones positivas son fundamentales para combatir la ira, la depresión y la ansiedad. Otras investigaciones psicológicas han subrayado su relación con el aumento del bienestar, la satisfacción personal, la tolerancia y las ganas de vivir.
La falta de tiempo. La desorganización es una de las principales causas de la improductividad. Con frecuencia escuchamos a gente quejándose de su falta de tiempo para poder hacer todo lo que quisiesen, pero poco se escucha hablar de los métodos o sistemas para organizar mejor las tareas y sacar el máximo provecho a cada minuto. Davis-Laack propone aplicar a la vida cotidiana los modelos organizativos empresariales. Una buena forma de iniciarse en estos métodos y sacar provechosas conclusiones es leyéndose el libro de Michael Gerber, traducido al español, El mito del emprendedor: por qué no funcionan las pequeñas empresas y qué hacer para que funcionen.
Estrés crónico. Este es uno de los trastornos más comunes en la sociedad moderna y provoca un descontrol anímico y una sensación continua de cansancio. Se calcula que dos de cada tres trabajadores en activo padecen estrés, lo que se traduce en la pérdida de productividad de al menos una hora al día, sin contar las bajas que ocasiona. La excesiva carga de trabajo, los problemas familiares, la inseguridad laboral y las relaciones personales son los cuatro factores que más influyen en la gestación del estrés. Repartir el trabajo, delegar las tareas en el hogar, reducir las exigencias y tomarse más tiempo son algunos de los consejos para evitar el estrés en la medida de lo posible.
Inconformismo. Las posesiones materiales no son sinónimo de felicidad. Más bien, cuanto más se tiene más se querrá, lo que nos hará unos inconformistas crónicos y nos impedirá estar satisfechos con lo que tenemos. Curiosamente, en los años cuarenta, cuando el poder adquisitivo de las clases medias era menor, el grado de satisfacción por los bienes materiales que se poseían, era mayor que en la actualidad, como demuestra el estudio The How of Happiness. Cuando las aspiraciones materialistas se convierten en una obsesión lo único que nos reportarán será infelicidad.
La búsqueda constante de la perfección. Es inútil aspirar en todo momento a la perfección absoluta, puesto que no existe. La mejor opción, según explica Davis-Laack, consiste en centrarse en los pequeños logros, en lugar de obsesionarse con la perfección. De lo contrario, solo se conseguirá caer en el desánimo y la desidia.
Dejarse llevar por las opiniones de los demás. La influencia de otras personas sobre nuestras decisiones es inevitable. Sin embargo, en ocasiones gastamos demasiado tiempo y energía manteniendo un soliloquio sobre si nuestras decisiones o actitudes son las correctas o si agradarán o no a los demás. Esta excesiva obsesión por el “qué dirán” acaba anulando nuestra propia personalidad y nos llevará a hacer cosas desagradables e incluso contra nuestra propia voluntad. Lo ideal, como apunta Davis-Laack, es relativizar las opiniones de amigos y familiares y tenerlas en cuenta parcialmente, pero nunca hasta el punto de que condicionen las propias decisiones.
Desafección en el puesto de trabajo. Según las estadísticas de la empresa de sondaje Gallup International, un 45% de los trabajadores están insatisfechos con su puesto de trabajo, lo que supone fuertes pérdidas económicas en las empresas por el abandono laboral. Quizá la situación actual no sea la más propensa para poder cambiar de trabajo, pero sí es conveniente ir haciendo todo lo necesario, como adquirir formación específica para el trabajo que queramos desempeñar en el futuro y realizar todas las entrevistas que surjan, para cuando la situación se vuelva más adecuada.
Deudas y penurias económicas. La vorágine crediticia e hipotecaria de los últimos años se ha puesto de manifiesto la falta de cultura financiera de una buena parte de las familias españolas, aunque bien es cierto que los asesores bancarios tampoco contribuyeron a una gestión más racional de los ahorros. La planificación financiera es un campo que suele limitarse a las empresas, pero resulta imprescindible que se aplique también en las economías domésticas. Si no se tienen los suficientes conocimientos financieros, lo mejor es dejar los ahorros en manos de asesores profesionales.
No aceptarse físicamente. El sobrepeso y la obesidad afecta cada vez más a un mayor número de personas. La obsesión por perder kilos y tener un cuerpo diez se ha convertido en la norma que no hace más que provocarnos estrés e insatisfacción ante la falta de resultados inmediatos. Lo más recomendable para no desanimarse es ir poco a poco, tanto en cuestión de dietas como de ejercicios físicos, y empezar desde lo más sencillo para ir aumentando las exigencias en función a las posibilidades.