Hacerse millonario empezando desde abajo no es imposible; sólo es muy difícil. Tanto que la mayoría de los que sueñan con ello confían la tarea a sistemas, como la quiniela o la lotería, cuya probabilidad puede compararse con la de ser acertado por un meteorito.
Entre los que aún confían en llegar a ricos por sus propios métodos, no obstante, abunda el recurso a la inversión: el mercado de valores es un lugar abierto al comprador privado al que recurren directamente muchos pequeños inversores que lo hacen a título personal y partiendo de una modesta cantidad de dinero. Como el que juega a la lotería, todos sueñan con hacerse ricos comprando y vendiendo los valores, y como ocurre en la lotería, sólo unos pocos acaban llevándose el premio gordo.
En Free Capital (Ed. Harriman House), Guy Thomas traza el perfil de doce millonarios británicos que lo son desde cero, en todos los casos gracias a la participación en el mercado de valores, y pormenoriza qué técnicas siguieron para entrar en el mundo de la inversión con una pequeña cantidad de dinero y salir de él convertidos en millonarios. “La inversión privada puede cambiar tu vida radicalmente”, explica Thomas a propósito de su obra. “Lo más razonable no es partir de la base de que vaya a ocurrir, sino de la idea de que puede hacerlo. En el caso de los 12 inversores que retrata el libro, es algo que acabó pasando”.
De hecho, Free Capital es “un libro sobre gente con suerte”, advierte el autor. Habla de personas que “al contrario que la mayoría, han llegado a la mediana edad con una vida mucho mejor de la que esperaban, al menos en el aspecto financiero”. Doce fortunas que lo son por suerte pero también porque la buena ventura hay que saber gestionarla, explica Thomas. “Existen dos tipos de suerte. La suerte de la lotería, que es puro azar, y la suerte Pasteur, así bautizada en honor de Louis Pasteur, que consiguió resumirla en una frase memorable: En el campo de la observación, la ocasión favorece a la mente preparada”. Los doce protagonistas de Free Capital fueron en algún momento objeto de ese tipo de suerte y cuando lo hicieron, consiguieron rentabilizarla gracias a una serie de técnicas que les convirtieron en millonarios.
1. Pensar en pequeño
De los doce inversores, once amasaron su primer millón centrándose exclusivamente en pequeñas compañías del ámbito local, la mayoría de las cuales ni siquiera tenía divisiones internacionales fuera de Reino Unido. La razón que dieron a Thomas a la hora de explicar el porqué de su estrategia es bien sencilla: los profesionales de la inversión –normalmente a sueldo de casas especializadas– tienen sus ojos puestos en las grandes compañías en alza en el mercado de valores, por lo que dejan pasar las oportunidades ofrecidas por empresas pequeñas, incluso cuando muestran síntomas de crecimiento.
Ésta no es la única ventaja, según Thomas, que ofrece la inversión en empresas reducidas: las compañías pequeñas son más accesibles, están más dispuestas a la transformación y si crecen, se convierten con facilidad en objetivo de adquisición de terceros. Triplicar, quintuplicar o multiplicar incluso por diez la inversión inicial es algo que ocurre poco en el mundo de la inversión, pero si ocurre, lo hace cuando se invierte en pequeñas, rara vez si hemos puesto nuestro dinero en compañías grandes.
2. Sin miedo al efectivo
Owen –nombre ficticio–, amasó su fortuna disponiendo siempre de grandes cantidades de dinero en efectivo no sujetas a inversión alguna. El suyo es el ejemplo más extremo de Free Capital, pero lo cierto es que la mayoría de los millonarios del libro de Guy Thomas conservó de forma constante más efectivo del convencionalmente considerado como saludable. “Es un error pensar en el efectivo como un agujero ardiente en tu bolsillo”, declara Owen. Cuando se trata de partir de cero, lo primordial es no invertir porque sí, sino cuando la ocasión es la propicia.
3. Eficiencia fiscal
“La mayoría de los elementos relacionados con la inversión son fluidos e inciertos”, asegura otro de los inversores que aparecen en el libro. “Los impuestos son de las pocas cosas lo suficientemente predecibles y estables como para que puedas hacer algo al respecto”. Según se deduce de la experiencia de los doce casos recogidos en Free Capital, la eficiencia fiscal es indispensable en la inversión a largo plazo.
4. Los asesores financieros, mejor lejos
Thomas asegura que “el consenso en la opinión de los expertos vale poco, pues cuando ocurre es sobre algo que ya se refleja en los precios del mercado. Los inversores de éxito tienden a predecir las cosas por ellos mismos”. En efecto, la mayoría de los millonarios consultados en su libro no delegaron sus decisiones en asesorías o profesionales de la inversión, sino que ejercieron su propio criterio incluso cuando contradijese la opinión mayoritaria.
5. No perder de vista los foros de inversión
Junto a la información bursátil o las publicaciones y blogs de analistas especializados, las páginas web de profesionales y aficionados a la inversión se han convertido en una herramienta indispensable para hacerse millonario. A algunas con información y opinión acerca de los mercados –como Motley Fool o ADVFN– se le suman las que también incluyen ofertas –Interactive Investor o Green Energy Investors–. En España disponemos ejemplos como los de Megabolsa, Rankia, InverForo o Foro de inversiones.
6. No intentar abarcar demasiado
Esparcir tu dinero a través de muchos y diversos activos, como reza la primera norma no escrita de la inversión, puede ser un consejo muy útil para no acabar en la bancarrota, pero podría no resultarlo si lo que queremos es hacer fortuna. La mayoría de los millonarios que aparecen en Free Capital tenían una cartera de inversiones notablemente reducida –y en algunos casos, con menos de diez valores–. El que aparece retratado con el pseudónimo de Vince –que amasó su fortuna con un fondo ISA y hoy tiene una agencia de publicidad radicada en Suiza– lo resume en una máxima muy sencilla: “Minimizar el riesgo diversificando tu inversión también te lleva a minimizar el beneficio”.
7. Cuando el valor crezca, ni lo vendas ni lo retengas
Cuando se empieza desde cero es indispensable crecer de forma sostenible. Un inversor de Free Capital, de nombre ficticio Nigel, reduce su éxito en el mundo de la inversión a una regla sencilla a la que dice haberse ceñido siempre: cuando algo dobla su valor, vende la mitad. La aritmética es sencilla: el 50% de un activo que ha doblado su valor equivale al 100% de lo que costó, por lo que venderlo implica recuperar la inversión inicial mientras conservamos la otra mitad, que continuará reportando beneficios. Si el valor evoluciona como para que podamos repetir la operación dos, tres o más veces, nuestro dinero crecerá siempre asegurando la recuperación de la inversión, lo que minimiza el riesgo.
8. Buscar valores
La mayoría de los inversores de Free Capital buscaron activamente invertir en títulos de empresas con buenas perspectivas de crecimiento cuyas acciones, no obstante, resultasen baratas. Para ello recurrieron a varias técnicas; mientras uno eligió compañías especializadas en productos de algún mercado deprimido temporalmente –cuya actividad tendría tarde o temprano que recuperar la normalidad–, otros adquirieron valores de empresas con buena trayectoria que atravesasen, no obstante, una situación complicada ocasionada por condiciones que escapan a su control. La lección, en todo caso, es la misma: en su caso, el beneficio no radicó en la inversión apresurada en los mercados en alza, sino en la compra de valores de mercados más discretos y esperar al repunte para obtener beneficio.
9. Leer las señales
Si los precios del producto suben, sube el valor de las compañías que median en su consumo. Cuando las cotizaciones reales contradigan este principio tan simple, algo puede estar interfiriendo en la mecánica del mercado. Y el inversor atento a lo que le conviene no debe olvidar que por tentador que resulte operar cuando el mercado experimente desfases o contradicciones, éste suele acabar reajustándose. Así ocurrió que los millonarios de Free Capital evitaron por sistema recurrir a empresas de valor en alza que operaban, no obstante, en mercados deprimidos. También intentaron localizar –para evitarlas– compañías rentables en números con una sintomática que evidenciaba un funcionamiento interno poco riguroso, como el retraso en la presentación de resultados, la renuncia de sus auditores o asesores o el cambio de fechas en su calendario de compromisos financieros.
10. Inversión cauta y a largo plazo
Sólo uno de los inversores de Free Capital lo era a corto plazo; el resto tendieron a retener sus compras durante meses o años, dedicando los dividendos a la reinversión y supervisando personalmente la evolución de todas y cada una de las empresas en las que ponían su dinero. La cautela, según el autor del libro, no está reñida con amasar una fortuna, aunque sí lo suele estar la prisa.