¿Existe una fórmula para ganar en bolsa? En realidad, yo diría que podemos tener, grosso modo, hasta cuatro formas exitosas de invertir en acciones que trataremos de analizar. La siguiente cuestión que deberíamos entonces plantearnos sería cuáles son las expectativas de retorno de cada una de éstas si se hace razonablemente bien. A responder ambas cuestiones dedicamos los artículos de ésta y la próxima semana.
1. Índices generales
En primer lugar, inversores sin demasiado afán por complicarse las cosas, sin duda, pueden optar por invertir siguiendo la tendencia de los índices generales. Pensando en un recorrido de unos 30 años, los índices han venido promediando en la época moderna cerca de un 7% de revalorización en términos reales. Tal revalorización procede de la suma de beneficios repartidos en forma de dividendos o de la recompra de acciones y el crecimiento de los índices bursátiles que acaban reflejando la subida promedio del PIB en la parte que a ganancias empresariales atañe.
Esta rentabilidad puede perfectamente colmar las expectativas de muchos inversores, que se sentirán en gran sintonía con la contratación de algún ETF que replique la evolución de dichos índices. Con todo, este tipo de inversión nos enfrenta con problemas significativos. Si bien estos rendimientos a largo plazo son mejores que los que ofrecen otros activos financieros como la deuda pública (bonos, obligaciones), cuya rentabilidad se acerca más al 3,5% o 4%, no dejamos de hablar de un promedio que está repleto de altibajos.
El momento de un gran desembolso es clave
A lo largo de esos treinta años (es ésta una cifra marco y no debe tomarse a pies juntillas), nos topamos con mercados seculares alcistas y bajistas consecutivos que vienen a durar más o menos unos 15 años cada uno. Cuando hemos tenido la suerte de invertir al comienzo de los primeros, los alcistas, la rentabilidad en los próximos años sería casi el doble que la media mencionada. Mientras que si nos damos de bruces con los segundos, invirtiendo justo antes de que dé un vuelco el mercado escaleras abajo, apenas nos alzaremos con un pírrico rendimiento medio del uno por ciento a lo largo de 15 largos y frustrantes años. ¿Qué significa esto? Que quien ha invertido una suma significativa de sus ahorros en el primer semestre de 2007 todavía deberá aguantar bastantes años con esa inversión para poder recuperar los niveles que tocaron los índices entonces. Este hecho, sin duda, se lleva la palma en lo que a mala fama de la bolsa se refiere.
Para evitar estos problemas, este inversor algo comodón debería exigirse huir de los comportamientos de manada. Las épocas de auge inflacionista ponen a los individuos en un estado de euforia que viene propiciado por ingresos familiares crecientes, revalorización del patrimonio ficticia o capacidad de endeudamiento incrementada. Nos sentimos inexpugnables, optimistas y, sobre todo, parece que tenemos ante nosotros un pozo inagotable de fuentes de las que obtener capital para invertir. El clímax inversor se completa con lo que, sin duda, es la puntilla: revalorizaciones en bolsa de dos dígitos. Queremos subirnos a ese caballo ganador como sea. Así, el inversor novel entra en bolsa «con todo» en un pésimo momento, si no lo hace en el peor de todos. Huelga decir que los síntomas son exactamente los opuestos cuando llega la recesión.
La enseñanza de todo esto es que mantenernos fríos siempre es buena señal. Y qué mejor que adquirir para ello el buen hábito de invertir idénticas cantidades por periodo. En primer lugar, nos encaminará hacia la virtuosa práctica del ahorro y el temple ante los movimientos de masas. Asimismo, como pequeños o medianos inversores, no solemos tener acceso a una repentina herencia para invertir una gran suma y lo más normal es ir ahorrando poco a poco. Pero sobre todo, este hábito nos hará auparnos a las distintas tendencias de cada momento, de tal forma que evitaremos el grave peligro de enterrar una inversión muy voluminosa durante un largo y tortuoso periodo por haberla hecho a destiempo.
Mejor aún será tener una idea más o menos clara de la clase de mercados en que estamos replicando índices y, sobre todo, en qué fase del ciclo nos movemos. Un buen principio puede ser invertir en épocas de índices con PER bajos y abstenerse de hacerlo cuando éstos se mueven en rangos altos. Así, si se tiene en cuenta que el PER promedio viene a moverse en el entorno del 15%, lo cual nos da además una explicación añadida de por qué la rentabilidad de casi dos siglos se acerca al 6.8% (1/0,15=6,67), un mercado secular bajista será aquél que parta de múltiplos próximos a 25 y uno alcista otro que lo haga desde PER de un solo dígito.
2. Value investing
La segunda forma de invertir es dejando la inversión en manos de un fondo que invierte en valor. Echando mano de un buen número de herramientas de análisis que ya hemos repasado aquí, los gestores de estos fondos son capaces de obtener una remuneración que se aproxima al 13% anual.
Es lógico, sabiendo que su filosofía de inversión se asienta en el largo plazo y que no se limitan a reproducir lo que hacen los índices, sino que hacen su selección de las mejores acciones. Además, hay gestores value que tienen un profundo conocimiento de los ciclos económicos y son sabedores de cómo las distintas fases, de manera infundada en el largo plazo, espolean a un buen número de empresas e infravaloran a otras. Al final, la verdad acaba aflorando y las primeras caen mientras que las segundas recogen el testigo y serán las que pongan los cimientos del futuro crecimiento que vendrá cuando quede atrás lo peor de la recesión.
Con estas buenas prácticas, seleccionando buenas empresas «en precio» y evitando las burbujas o excesivos pesimismos, esencialmente, consiguen las revalorizaciones equivalentes a los periodos, alcistas evitando la de los bajistas con el margen de seguridad. No obstante, la recomendación que acabamos de dar a quienes invierten siguiendo la estela de los índices también es muy oportuna en estos casos. Hagamos aportaciones periódicas al fondo y si tenemos algo más de idea, tendamos a frenarnos un poco cuando veamos el fondo sobrevalorado y echemos el resto cuando lo encontremos muy barato: los gestores sabrán sacar partido a esta situación.
Tampoco esta forma de invertir las tiene todas consigo. En primer lugar, los fondos de inversión están sometidos a una serie de regulaciones que les impiden estar muy sobreinvertidos en unas pocas compañías por muy interesantes que puedan ser éstas. Frente a la posibilidad de invertir por nuestra cuenta y riesgo, esto sí es un problema.
A título individual, podremos estar tan invertidos como queramos en una compañía. Pero un fondo se encuentra con otros dos problemas: morir de éxito o tener unos partícipes volubles y menos pacientes que los gestores que retiren su inversión en momentos inoportunos y que afluyan masivamente cuando hay menos oportunidades.
Si un fondo crece mucho, puede tener un volumen de participaciones tal que le impida moverse con agilidad o encontrar tantas buenas oportunidades. Seguramente diversificará más y además las pequeñas empresas de su cartera ya no aportarán porcentualmente la misma revalorización al total.
Otro hándicap que presentan los fondos reside en que el acierto del fondo depende en no poca medida de la fidelidad y compromiso con la estrategia de los demás inversores o partícipes de ese fondo. Cuando mucha gente ha entrado en ese fondo atraído por las revalorizaciones durante alguna época alcista y, repentinamente, éste se da un batacazo, se pone de manifiesto algo parecido al principio contable de valoración de inventarios conocido como LIFO (last in, first out). Los últimos serán los primeros en salir zumbando, en una nueva vuelta de tuerca del efecto arrastre de la masa. Las peticiones de reembolsos, que habrán de efectuarse de un día para otro, obligarán a deshacer posiciones muy interesantes, muchas veces a precios deprimiéndose por la vuelta que ha dado el mercado. Cuando invertimos por nuestra cuenta, tales imponderables no nos alcanzan.
Esta es una razón más que poderosa por la que muchos gestores de fondos value exigen una suscripción inicial de entrada gigantesca, y a veces penalizan la salida durante los primeros años. No sólo les facilita la gestión el lidiar con pocos inversores muy importantes, sino que se aseguran de que sólo atraerán a grandes inversores que confían en esa filosofía y estarán dispuestos a esperar pese a reveses temporales.
Sin embargo, hay que reconocer otro hecho. Un gestor value puede optar por una cartera muy estable. Pero no todos actúan así pese a que esa sea la idea más común que tengamos de su gestión. Hay quienes rotan su cartera con bastante frecuencia, lo cual no se contradice con la inversión en el largo plazo.
Si tienen precios objetivos para un rango de acciones, pueden jugar con la volatilidad de las mismas para ponderar su peso relativo. Así, si repentinamente la acción «A» está un 40% por debajo de su precio objetivo y la acción «B» ha pasado a estar infravalorada sólo un 20%, aunque «B» siga representando una buena alternativa, estos gestores seguramente alterarán su ponderación y, en términos relativos, «A» adquirirá un mayor peso. Esto penaliza al fondo por las comisiones. Pero más penaliza a un inversor particular, que no sólo debería hacer frente a las comisiones por operar, sino al continuo pago de plusvalías en el IRPF.
3. Stock picking
La expresión en inglés que da título a este tercer método de inversión no refleja sino la selección de acciones a cuenta y riesgo del interesado. Para ello, haremos uso de técnicas value del estilo de las que aquí se van esbozando.
El inversor particular –una vez familiarizado con las principales ideas sobre valoración de acciones y funcionamiento del mercado de valores– tiene una serie de ventajas notables frente a los profesionales de la gestión de patrimonios (por ejemplo, los fondos de inversión).
En primer lugar, dispone de completa independencia para actuar. Puede elegir cualquier valor que le plazca y aguantar con él tanto como desee o puede esperar sentado sobre su dinero a que aparezca la oportunidad. Un gestor de fondos, por el contrario, seguramente será examinado cada trimestre por sus resultados. Asimismo, como mencionamos la semana pasada, estará obligado a invertir o desinvertir según las entradas o salidas de partícipes en el fondo independientemente de las buenas oportunidades de inversión de las que disponga en cada momento.
Pero, además, el gestor será examinado meticulosamente y penalizado si, al desviarse del sentimiento común institucional, no produce inmediatamente resultados. Como decía Lynch, «si elijo IBM y la acción no sube, la pregunta es: ¿qué pasa con IBM?, pero si elijo Desatascadores Pérez y la acción no sube, el problema soy yo por haber elegido esa compañía». En otras palabras, a nadie le despedirán por seguir el consenso y fracasar. El resultado es que a largo plazo una multitud de fondos acaba haciéndolo peor que el mercado.
El inversor individual tampoco está sometido a restricciones de volumen. Puede, si lo desea, no tener más que cinco o seis valores, incluso de los más pequeños. Ni sus compras ni sus ventas afectarán significativamente los precios. Pero, sobre todo, el inversor individual tiene una información de primera mano y un conocimiento superior de las industrias en las cuales se ocupa profesionalmente o en las que como consumidor o aficionado más dinero y tiempo gasta o emplea.
¿Quién conoce mejor que una cajera de Zara cómo está yendo la temporada de rebajas?, ¿quién sabe mejor que un friki cibernético cuáles son los periféricos o los videojuegos de más pegada de la temporada? ¿Cuánto tiempo más que a los vecinos de Arkansas le llevó a Wall Street descubrir que Wal Mart era la mayor revolución en el campo de la distribución al por menor, la logística y los precios que una cadena de supermercados estaba produciendo en los EEUU?
La receta de Lynch es sencilla: invierte en lo que conoces y recuerda que las acciones no son billetes de lotería. Hay una empresa detrás de cada acción y cuando desaparece la polvareda de las idas y venidas, siempre hay una razón por la cual cada acción cotiza al precio que lo hace.
Ya avanzamos la semana pasada que, no obstante, los inversores, y sobre todo especializados en tanto se convierten en gestores de su propio patrimonio, deben disponer una serie de requisitos personales. Si uno no está por la labor de hacerlo o simplemente su carácter no se lo permite, casi mejor abstenerse de invertir. Ya lo esbozamos la semana pasada: la paciencia siempre es una gran aliada, así como el juicio sereno. Seguir las corrientes es una mala consejera.
Esto no supone que no tengamos en cuenta éstas. Precisamente, una de las claves de un buen inversor es saber anticiparse e interpretar la «bondad» de los movimientos de masas. Por ejemplo, nos podemos beneficiar de un mercado caliente saliéndonos de él prudentemente bastante antes de que se haya recalentado en exceso. Lo mismo puede decirse de los mercados bajistas, pero a la inversa. Serán buena ocasión para hacer compras en medio de capitulaciones o de aguantar aunque una acción esté machada si creemos que saldrá airosa de la quema.
Otra característica de los grandes inversores en valor (ya sean gestores de patrimonios o inversores particulares), y que va muy vinculado con lo anterior, es que su comportamiento es un poco autista. No es de extrañar que Buffett tenga la base de sus operaciones en Omaha (Nebraska) y reitere una y otra vez que prácticamente no está pendiente de lo que hace Wall Street, consciente de que debe aislarse de señales erróneas.
4. Hedge long/short
Llegamos, finalmente, a la cuarta fórmula que repasaremos aquí. Ésta viene a ser una evolución de la que acabamos de glosar. Hablamos del long/short hedge. Se trata de un método de inversión más sofisticado que la selección de unas acciones en que nos ponemos largos (método anterior) por cuanto nos inmunizamos ante mercados bajistas.
Es decir, con esta cuarta fórmula buscamos no depender del ciclo secular de la bolsa, sino que procuramos alcanzar una rentabilidad adecuada sea cual sea el entorno del mercado. Para ello, tendríamos que seguir la estrategia que popularizó Alfred Winslow. Este autor se considera el creador de la forma de invertir de los hedge funds. Si bien los ha inspirado, lo cierto es que no todos los hedge funds utilizan esta filosofía: algunos, simplemente, multiplican el apalancamiento, siendo su forma de operar mucho más arriesgada.
Volviendo a Winslow, en el año 49 llevó a la comunidad inversora esta peculiar forma de invertir conocida como estrategia long/short. Winslow, sociólogo que trabajaba para la revista Fortune, puso los cimientos esta forma de invertir como consecuencia de sus estudios de inversión. Junto con unos amigos, lanzó un fondo hedge con un capital inicial de 100.000 dólares en 1952. La lógica inversora descansaba en la posibilidad de protegerse diversificando la inversión, apostando a la vez a favor de la evolución de compañías que estimaba infravaloradas (ponerse largo) y en contra de otras (corto) que entendía sobrevaloradas. Así minimizaría su exposición al riesgo.
Esta forma de invertir, para quien haya empleado sistemas de reducciones condicionadas en las quinielas, le resultará algo familiar. No es poco común hacer apuestas en la quiniela de fútbol a que como mínimo «Madrid o Barcelona ganarán sus partidos» o que «al menos un 65% de los equipos que juegan en casa ganarán sus respectivos partidos». Es ésta una forma de reducir las combinaciones posibles dentro del software que calcule los cruces posibles, pues ya no se podrá dar la posibilidad de que Madrid y Barcelona pierdan en una misma jornada. De este modo, se consiguen ganancias aun dando margen para fallar en algunas combinaciones, pero no en todas las apuestas.
Una forma de inversión análoga y que pretende neutralizar todavía más los vaivenes del mercado es combinar posiciones largas y cortas en empresas del mismo sector o industria. Analicémoslo a partir de distintos escenarios.
Vislumbramos la cercanía de un mercado alcista: partimos de una época en que el mercado está algo infravalorado o, si no, al menos lo están compañías a las que queremos echar el guante. En esta ocasión, si estamos muy seguros, la opción más sensata es ponernos largos en la acción o acciones que nos gusten, es decir, utilizar el método 3 aquí glosado.
Estimamos la llegada de un mercado bajista: palpamos que, en general, la bolsa está más bien sobrevalorada y tememos caídas significativas (fin de un ciclo alcista secular). En esta ocasión, aunque por norma busquemos comprar acciones en precio, incluso nuestras mejores selecciones pueden estar sobrevaloradas. Y aunque no lo estuvieran en exceso, el hecho es que el mercado acaba barriendo en muchas ocasiones a todas las compañías en mayor o menor grado. De esta manera, sacaremos partido a que las nuestras hayan sido escogidas con menor exposición a los ciclos (o sean contracíclicas) y no se verán seguramente tan afectadas en términos comparativos, pero seguramente caerán más de la cuenta. Es el momento de poner en práctica una estrategia long short.
Descripción de la estrategia long short
Como inversores particulares, este método de inversión lo tenemos que llevar a la práctica en dos pasos. En primer lugar, si hablamos, por ejemplo, de dos compañías de un mismo sector, nos pondremos largos en la compañía que creamos más fuerte. Pensemos en Nokia como productor de smartphones, recientemente asociada con Microsoft (para su sistema operativo), y cuya acción ha estado por los suelos en meses precedentes, tratándose por ello mismo de una compañía que genera dudas.
Daniel Rodríguez Herrera, especialista de nuevas tecnologías e internet de Libertad Digital, relataba la que había sido La semana negra de Blackberry, vaticinando enérgicamente el declive de esta compañía en el sector de los smartphones. Pues bien, si queremos llevar a cabo nuestra estrategia largos-cortos en este sector, claramente, nos postularemos en contra de RIM (fabricantes de Blackberry). Es decir, nos pondremos cortos.
Para ello, emplearíamos un producto derivado (un forward): venderíamos en descubierto. Nos comprometeríamos hoy a vender RIM en un futuro al precio actual: si el precio ha caído para entonces, compraremos a ese precio más reducido y venderemos al precio pactado con anterioridad, que era más elevado.
Si RIM cae y Nokia sube, como esperamos, obtendremos una ganancia por la combinación de ambas inversiones. En principio, no sabremos qué habría sido mejor: si sólo invertir en Nokia o hacerlo de esta manera. Depende de la revalorización de Nokia y la caída de RIM. Si es un mercado bajista, seguramente saquemos tajada de esta operación doble.
Si RIM cae mucho y Nokia cae un poquito, no porque Nokia haya sido mala elección, sino por el aluvión de ventas en medio de noticias dramáticas sobre el futuro del mundo (típicas de una recesión), habremos limitado pérdidas o incluso obtendremos jugosas ganancias. Con Nokia (por la que apostábamos fehacientemente, pero se ha visto arrastrada) habremos perdido algo, pero con RIM habremos ganado bastante. Nos habremos cubierto muy bien ante mercados bajistas fuera de control.
Si RIM resurge de sus cenizas y, por tanto, sube de precio y Nokia también (pues el mercado no acabó por ser tan bajista como pensábamos), con RIM perderemos y con Nokia ganaremos (el resultado neto –ganancia o pérdida- dependerá de cuál de los dos fenómenos tenga un peso más fuerte). Aun así, sumidos como estábamos en una época de incertidumbre, hemos podido limitar daños y llevar a cabo esta estrategia defensiva.
En cambio, como decíamos antes, si estamos muy seguros de que nos toparemos pronto con un mercado alcista, lo mejor es invertir seleccionando directamente la compañía que más creamos va a repuntar (sin recurrir a esta estrategia de hedging).
Evidentemente, esta forma de inversión requiere más sofisticación y valerse de futuros –u opciones si se quiere limitar al máximo el riesgo de pérdida–, por lo que sería aconsejable tener una experiencia de años en el mercado antes de lanzarse a implementarla.
Dicho esto, y administrada con prudencia, la estrategia long/short neutral puede proporcionar rentabilidades cercanas a los dos dígitos incluso en mercados bajistas, algo que, visto la que está cayendo, es algo más que interesante, especialmente si nuestra tolerancia a la volatilidad es reducida.
Alejo dice
Hola , que ocurriría si me posición en corto y en largo a la vez sobre un commodity usando un contrato x diferencia (CFD) al mismo precio en ambos, quiere decir que si ese cometido sube o baja gano de todas formas??