Las agencias de calificación crediticia o agencias de rating tratan de medir el riesgo de incumplimiento de pago por parte de un prestatario así como la el posible deterioro de la solvencia del mismo. Dicho de otra manera, este tipo de agencias miden el riesgo que corremos de perder nuestro dinero en la inversión en un activo por su posible quiebra. Las agencias de calificación de forma general miden la solvencia de Estados y empresas. ¿pero cumplen bien sus papel? Y ¿es lícita y ética su operativa y sus acuerdos con las firmas a las que valora?.
El objetivo de las calificaciones realizadas por estas agencias no es otro que ofrecer al inversor una orientación sobre qué productos financieros conviene comprar y sobre todo cuales convienen evitar.
¿Qué actores participan en el “juego” de la calificación?
La agencia de calificación que como ya hemos comentado será quien evaluará la solvencia de los activos crediticios. Los Estados y las empresas privadas que serán los clientes directos de las agencias de calificación y que pagarán por ser evaluados. Los inversores y las gestoras de fondos que serán los clientes indirectos de las agencias de calificación, dado que tomarán la nota de estas como orientación para tomar sus decisiones y que a su vez serán clientes directos de los Estados y empresas dado que podrían invertir en ellas.
El cliente a examen
Durante los últimos años los inversores privados e institucionales han dado tanta importancia a la calificación de las agencias de rating que obviaban la inversión en activos que no estuvieran evaluados por las mismas. De esta manera y con objeto de conseguir esa ansiada calificación los propios Estados y entidades privadas se convierten en los clientes directos de las agencias de rating al contratar a las mismas para conseguir una nota para sus activos. Para que se hagan una idea, en el año 2009 España pagó en torno a medio millón de euros para ser calificado por las agencias de rating.
Existe mucha polémica en torno a la subjetividad u objetividad con la que se toman las decisiones debido al alto grado reciproco de dependencia entre agencia y cliente. Los ingresos del primero dependen del segundo, y este último paga con objeto de ser valorado positivamente. Por ello muchos expertos consideran que en ocasiones las agencias entregan una opinión altamente subjetiva y de escaso rigor técnico.
La actividad de las agencias de rating acarrea ciertos problemas de legitimidad dada su falta de responsabilidad, pues suelen ser invulnerables a pesar de la trascendencia de sus decisiones.
¿Qué tipos de calificación hay?
Al igual que si se tratase de notas de colegio, las calificaciones de las agencias de rating se estructuran en una escala que valora de excelente a incumplimiento la capacidad de un emisor de deuda de devolver tanto el principal como los intereses. Cuanto más alto sea calificado un emisor de deuda mayor confianza aportará a la comunidad inversora y mayor capital podrá atraer.
Oligopolio anglosajón
Existen 3 agencias dedicadas a la calificación de deuda soberana y corporativa: Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch. Si algo une a las 3 es su origen anglosajón y su carácter privado. Este hecho genera mucha controversia, dado que apenas se revisa la deuda tanto de Estados Unidos como de Reino Unido.
En este sentido, en los últimos meses se ha acusado fuertemente a las agencias de rating te manipular información con el objetivo de provocar una salida de inversiones en la zona euro mediante la bajada de la calificación de la deuda soberana y de empresas privadas con el objetivo de llevarlas a Estados Unidos.
Desde diferentes estamentos se propone la urgente creación de una agencia de rating europea con objeto de aportar una mayor objetividad al mercado de la calificación crediticia.
Credibilidad puesta en evidencia
Por esto y por mucho más, en los últimos dos años las agencias de calificación parecen estar quedando en evidencia. En Septiembre de 2008 Fitch elevó la calificación de Lehman Brothers a A+ de forma paralela a que Standard & Poors le asignaba la máxima calificación crediticia, poco después la compañía quebró.
La empresa de Bernard Madoff, posiblemente uno de los mayores estafadores de la historia, estaba calificada por Standard & Poors con una triple A.
La crisis de la subprime fue totalmente obviada por las agencias de calificación, o al menos eso se deduce de la triple A (máxima calificación) que recibieron las hipotecas basuras poco antes de reventar el mercado.
Y si esto parece poco no puede olvidarse que las agencias también respaldaron deudas de importantes empresas quebradas, como «Parmalat» o “Enron». De hecho en el caso de Enron “The New York Times” informó 6 meses antes de su quiebra sobre el posible fraude ante la pasiva mirada de las agencias de rating.
Otro problema es la opacidad y falta de transparencia. A los propios actores del mercado (periodistas, financieros, analistas…) les resulta muy complicado conocer aspectos concretos de los contratos que firman estas agencias con empresas y estados. Por ejemplo, tratar de saber el importe que pueden cobrar por sus servicios es una misión difícil, porque su personal lo tiene totalmente vetado.
¿Cuál será el futuro?
Tras todos los errores cometidos y tras quedar en evidencia cierta imparcialidad a la hora de juzgar a unos y a otros, la reputación del sector ha quedado muy dañada y en mi opinión no queda otra opción que la regularización o la reestructuración del mismo ya que de lo contrario es muy probable que la relevancia que cobraban hasta ahora estas figuras pudiera irse diluyendo y atenuándose con el tiempo.