Decidir en qué invertir nuestros ahorros no es fácil y menos en momentos de grandes incertidumbres en el mercado. A esta realidad hay que añadirle otra dificultad: la propia conducta humana.
Desde hace 35 años la ciencia cognitiva aplicada a la economía sabe que nuestras emociones, de modo inconsciente pero determinante, influyen en nuestras decisiones financieras. Cuando invertimos nuestra conducta irracional nos inclina, por ejemplo, a seguir a la mayoría (aunque no sepamos a dónde va) o a sobreestimar nuestra intuición. En este sentido, Schroders, el mayor grupo mundial de fondos de inversión y gestión de activos, ha financiado en los últimos años el proyecto de investigación “Investimente” que estudia los errores inconscientes en la gestión financiera.
El objetivo de esta plataforma online para profesionales de la inversión es entender cómo les impactan sus emociones cuando realizan su trabajo. Ya ha ayudado a más de 2.000 consultores financieros a conocer de modo personalizado cuáles son las «trampas» en las que pueden caer inconscientemente en su trabajo, lo que les está permitiendo hacerlo de modo más consciente, objetivo y efectivo.
El proyecto ya ha identificado las cinco debilidades psicológicas que se cometen de forma más generalizada tanto entre clientes como entre gestores y son:
1) Recuerdo de pérdidas financieras previas
Es la trampa emocional más importante entre los clientes, afecta al 51%, y se debe a experiencias previas de pérdidas financieras y a una baja educación financiera. La disminución de precios en la cartera impulsa el deseo de vender acciones. Incluso los gestores no controlan este efecto (muchas veces influidos por las emociones de sus clientes), que se sitúa en el tercer lugar entre las vulnerabilidades de los profesionales al ser padecida por el 48% de ellos.
2) Deseo de asegurarse disponibilidad
Ocupa el segundo lugar en el ranking de las trampas emocionales más comunes entre los clientes y los gestores, con un 41 y un 52% respectivamente. Esta conducta se acentúa en períodos de crisis macroeconómica. Es la tendencia a vender demasiado rápido las inversiones que se revalorizan y a mantener demasiado tiempo las que bajan, con la esperanza de recuperar lo que se ha perdido.
3) Mantenerse en valores “familiares y seguros”
Ocupa el tercer lugar entre las trampas emocionales que comparten clientes y operadores financieros, un 36 y un 40% respectivamente. Esta inclinación tiende a preferir activos financieros del país de residencia, en la falsa suposición de que un título «hogar» es más fácil de seguir que títulos más grandes, de menor volatilidad y mayor rentabilidad de otras zonas del mundo. Esta propensión es contraria, entre otras cosas, al principio de diversificación de cartera.
4) El exceso de confianza
Esta vulnerabilidad emocional ocupa el primer lugar en los operadores financieros, el 62% tienen demasiada confianza en sus habilidades y conocimiento de la materia. Es un problema potencial en la relación entre el operador y el cliente, el primero va defender las decisiones que se ajustan a sus preferencias por encima de las que se ajustan a las expectativas del cliente.
5) Dejarse llevar por la masa
Es una vulnerabilidad que se da tanto en ahorradores como en consultores. La tendencia a seguir las decisiones de la mayoría es capaz de empujar a las personas con aversión al riesgo a concentrarse en instrumentos financieros siguiendo la euforia o el pánico irracional general, tanto al alza y como a la baja. Este mecanismo emocional impulsa a confiar en las decisiones de la mayoría, a la que inconscientemente se considera más conocedora e informada, en el lugar de confiar en el conocimiento propio.
La crisis económica ha aumentado, por un lado, la necesidad de una educación financiera más generalizada y, por otro lado, ha intensificado las emociones y la aversión al riesgo de los inversores.
Para Schroders la educación financiera significa aumentar el conocimiento racional de los objetivos de inversión (tipos de productos, mercados, etc.) y también el conocimiento subjetivo del comportamiento de clientes y gestores, para identificar y corregir los aspectos irracionales que afectan a las decisiones de inversión. La educación financiera entendida en estos términos permite a los asesores financieros orientar y ayudar a sus clientes de manera más efectiva.